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"Hay un clamor por recuperar y disfrutar el espacio público en ciudades de todo el mundo"

11/12/2017

José María Ezquiaga, decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid  (COAM), intervino en la sesión titulada Renaturalización y soluciones basadas en la naturaleza, en la que participaron también Cristina del Pozo, grado en Paisajismo por la Universidad Rey Juan Carlos, y Rocío Alonso del Amo, responsable de la Unidad de Ecotoxicidad del CIEMAT. Ejerció de moderador y presentador de la jornada el geógrafo Martí Boada.



José María Ezquiaga, decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid  (COAM), intervino en la sesión titulada Renaturalización y soluciones basadas en la naturaleza, en la que participaron también Cristina del Pozo, grado en Paisajismo por la Universidad Rey Juan Carlos, y Rocío Alonso del Amo, responsable de la Unidad de Ecotoxicidad del CIEMAT. Ejerció de moderador y presentador de la jornada el geógrafo Martí Boada.
 
PREGUNTA.- En la sesión han abordado la cuestión de la renaturalización de las ciudades. ¿Cual es el motivo para defender estas cuestiones?
 
RESPUESTA.- Para poder implementar la infraestructura verde en nuestras ciudades es necesario en primer lugar ser conscientes de los grandes problemas que ahora mismo conlleva la urbanización contemporánea. Fundalmente, estos tienen que ver con la ocupación del territorio, los problemas de segregación y cohesión social y las cuestiones relativas a la pérdida del espacio público por el dominio que en la mayoría de las ciudades ha ido alcanzando con el paso del tiempo el automóvil.
 
P.-Parece que vivimos un momento de efervescencia, que surgen iniciativas para crear ciudades distintas.
 
R.-Estamos viendo en el ambiente, en contextos geográficos muy diversos, señales de un cambio de mentalidad. Nos encontramos por todo el mundo, desde Nueva York a Medellín, desde Barcelona hasta Copenhague, el mismo clamor por recuperar y disfrutar el espacio público. Se empieza a entender que la ciudad debe repensarse desde las personas, es decir no solo desde una reflexión infraestructural organizada desde arriba, sino sobre todo desde la vivencia de los ciudadanos y vecinos en su entorno más cercano. Se trata de  buscar espacios de relación en la propia ciudad, tener alternativas a vivir aislados en ámbitos o barrios cerrados solo comunicados por el automóvil. Hay un hambre de la ciudadanía de tener una vida más saludable y más humana en la ciudad.
 
P.-¿Y cómo se puede satisfacer esa necesidad?
 
R.-Algunos de estos conceptos se tienen que convertir en los ingredientes clave del planeamiento del siglo XXI. Yo diría que medio ambiente, resiliencia y cohesión social son los temas estrella ahora mismo. En concreto, en relación con el tema del medio ambiente, gana fuerza la idea de que como alternativa a huir de la ciudad y colonizar el medio natural y rural lo que tenemos que hacer es naturalizar la ciudad, incorporar la naturaleza, el verde, la biodiversidad y sobre todo la idea de espacio público a la propia ciudad. Esto es perfectamente factible y las herramientas que tenemos de planeamiento lo permiten. Lo que necesitamos es simplemente un cambio de mentalidad en la opinión pública, en los políticos y en aquellos que generan las legislaciones urbanísticas para que esto sea más rápido y más fácil.
 
P.-¿Hablamos de modelos teóricos o hay ya ejemplos de por dónde deberían ir las cosas?
 
R.-Hay muchas experiencias recientes, como algunas en Madrid, Bogotá o el País Vasco que he explicado en mi charla, que adoptan el tema del medio ambiente, de la cohesión social o la primacía del espacio público como los elementos directores en lugar de los habitualmente utilizados que suelen ser los usos del suelo, la regulación de las edificabilidades etcétera. Estos últimos son importantes, pero deben regularse en función de la primacía de los elementos sustanciales de la ciudad. Es decir, podremos organizar los usos del suelo porque tenemos muy claro antes el modelo de convivencia en la ciudad, el modelo de movilidad, el modelo de infraestructura verde y no al revés. Se trata de invertir la manera de pensar y generar la ciudad. No podemos actuar diciendo que tenemos unos usos del suelo, unos repartos de la rentabilidad urbanística y de ahí va a resultar al final el modelo social, el modelo de movilidad o el modelo de espacio público de la ciudad. Ese no es el camino.
 
 P.-¿Cuál es para usted la actuación com más capacidad transformadora que podemos llevar a cabo en las ciudades?
 
R.-Las acciones vinculadas directamente con la moderación del dominio del automóvil. No digo supresión, pero sí moderación. Hasta en Norteamérica, cuna de la reivindicación del vehículo privado casi como paradigma de la libertad y de la individualidad, se está planteando que es una amenaza para el espacio público y la vida urbana saludable. Es una prueba de que están cambiando los tiempos muy rápidamente. Además, no es cuestión de que se sustituya el automóvil de combustión por el automóvil eléctrico o el dirigido, no; es algo mucho más profundo, es un cambio en el cual las personas quieren vivir en ciudad pero quieren tener una buena vida, una vida saludable. En gran medida la infraestructura verde y la calidad del aire tienen una implicación directa con la salud y la vida urbana. Una ciudad confictiva, una ciudad estresada, es una ciudad insegura ya de entrada y tiene una reducción de la calidad de vida. Si no se puede disfrutar del espacio público porque está capturado por el automóvil o porque es inseguro uno no puede desarrollar una vida plena en la ciudad.
 
P.-Otra tendencia urbana de las últimas décadas ha sido la dispersión territorial, la ocupación de la periferia con urbanizaciones y carreteras. ¿Qué opina de ello?
 
R.-Gran parte de nuestra cultura es la oposición entre lo rural y lo urbano. La cultura crecida en torno al Mediterráneo es una cultura urbana, pero eran economías donde lo que sostenía el conjunto del sistema era la base rural. Cuando se produce con la industrialización la gran migración a las ciudades desde el campo se ha producido después un fenómeno sorprendente y es que el crecimiento de la ciudad ha desbordado con mucho los límites de su crecimiento demográfico.
 
P.-Es una paradoja, ¿no? En el pasado dejamos el campo para trabajar en la ciudad y ahora mucha gente quiere tener su casa en el campo.
 
R.-La cuestión es que las ciudades se han extendido sobre el territorio mucho más de lo que podía esperarse por el crecimiento cuantitativo de la población y además esto ha ocurrido a escala planetaria. En gran medida la explicación es el automóvil que permite colonizar cualquier lugar, pero la consecuencia es que se ha producido una inundación del territorio por la ciudad y por lo urbano, de tal manera que apenas quedan en los entornos de las grandes ciudades espacios naturales como tal. Ahora deben cuidarse como tesoros aquellos espacios que han quedado accidentalmente vacantes, para crear cuñas verdes, corredores ecológicos y no siempre los que quedan son los mejores.
 
P.-¿Cómo revertir ese fenómeno?
 
R.-Las ciudades tienen tendencia a colonizar el paisaje y apropiarse de ese valor natural, pero luego acaban destruyendo ese valor que originariamente fuerza esa migración hacia la periferia. Se migra buscando la naturaleza pero al final la misma migración destruye la naturaleza y genera paisajes uniformes en torno a las ciudades. Además, ese crecimiento es muy rápido. Como decía antes, una forma de evitar esa tendencia al urban sprawl es crear ciudades más habitables, con naturaleza en ella y con espacio público para vivir una vida de calidad.